El argumento estrella entre aquellos que rechazan el uso de protecciones es el tan afamado «en la calle no vas a tener protecciones, por tanto, no tiene sentido que entrenes con ellas». Suele acompañarse con sentencias del tipo «con protecciones no se endurece» o «las protecciones son para débiles». Y, lamentablemente, esta última afirmación suele expresarse con connotaciones machistas, que no reproduciré, pero que resultan completamente impropias de un artista marcial y de cualquier persona.

Que las protecciones no se usan en la calle es una certeza que dota de credibilidad al argumento, pero realmente se emplea como una falacia, concretamente una del tipo ignoratio elenchi. La premisa de partida «en la calle no se usan protecciones» es cierta, pero la conclusión «por lo que no se debe entrenar con protecciones» resulta irrelevante. El argumento es tan famoso porque se usa en otras muchas circunstancias de forma igualmente inapropiada, por ejemplo «en la calle no hay reglas, los boxeadores pelean con reglas, así que no saben defenderse en la calle».

Te recomiendo precaución ante cualquier argumento que toma como base la premisa de «lo que sucede en la calle». No tiene por qué ser falso, pero suele usarse de forma irresponsable. Este artículo también te ayudará a permanecer atento e identificar falacias de este tipo. Si después de leer este artículo sigues sin estar de acuerdo con el uso de protecciones, al menos deberías considerar que existe jurisdicción con condenas a profesores por no realizar determinados entrenamientos sin protecciones y que podría ser igualmente motivo para que tu seguro médico/federativo no te cubra posibles lesiones.

Por qué entrenar con protecciones aunque no las lleves por la calle

El entrenamiento de defensa personal o de competición se concibe como un medio para prepararse para una futura situación real. Así, el entrenamiento deberá adaptarse lo mejor posible para hacer frente a esa situación. Aquí juega un papel muy importante la realización de simulaciones con el fin de acercarse el máximo posible a esa realidad.

Simular la realidad es algo esencial como parte del entrenamiento, pero si se llevara a su máxima el argumento de «en la calle no vas a hacer algo, por tanto no debes entrenar ese algo», se llegaría al absurdo de que el único entrenamiento posible es enfrentarse a situaciones reales. De esta forma, nunca habría entrenamiento porque todo entrenamiento sería en situaciones reales.

Un peleador puede acercarse a la realidad del combate practicando con un sparring. Un practicante de defensa personal puede acercarse a su realidad mediante simulaciones de agresiones. En ninguno de los dos casos el entrenamiento debe limitarse a simulaciones realistas, ya que estas simulaciones nunca serán iguales a la situación real. De hecho, las situaciones reales en este contexto (un combate, una agresión) no serán iguales a otras anteriores.

Los practicantes de muay thai trabajan el endurecimiento de sus tibias. Combaten sin espinilleras, pero sí que las incluyen como parte de sus entrenamientos. Nadie puede decir que los practicantes de muay thai no tengan las tibias endurecidas por entrenar con protecciones. Ningún luchador profesional desecha el uso de espinilleras porque vaya a combatir sin ellas. Todos complementan su trabajo pegando a sacos, manoplas thai y otros golpeadores, aunque cuando compitan lo vayan a hacer contra seres humanos.

Si se asumiera como rotundamente cierto el argumento de «en la calle no es así» para la defensa personal los entrenamienos cambiarían mucho. Nadie debería ir a entrenar con la ropa tradicional, todos con su ropa de calle, tacones y complementos incluidos. Nada de tatami, tocaría pavimentar los gimnasios, añadir mobiliario urbano y alguna botella rota por el suelo. Algunos deberían acudir a entrenar a las 05:30 de la madrugada, con unas copas de más, para recrear fielmente la situación… y claro, ¡habría que contratar a agresores profesionales, que den miedo de verdad! Realmente te tendrían que agredir de verdad, como en la calle.

Resulta especialmente chocante escuchar a personas que aportan primero el argumento de «el uso de protecciones no es tradicional» y lo enlazan con «además en la calle no vas a llevar protecciones». Como he explicado antes, es evidente que estos dos argumentos se contradicen. Argumentar que no se deben emplear protecciones por no ser parte del entrenamiento tradicional sería una falacia argumentum ad antiquitatem o apelación a la tradición. Una falacia al fin y al cabo, ya que el uso de protecciones en artes marciales queda evidenciado desde milenios antes de Cristo. Siendo estos los dos principales argumentos que emplean los detractores del uso de las protecciones, creo que queda claro que están equivocados.

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Saber entrenar con protecciones no implica usar siempre protecciones

La falacia de no usar nunca protecciones es especialmente creíble porque como alternativa se suele proponer el extremo opuesto, entrenar siempre con protecciones. Este razonamiento se correspondería con la falacia lógica del falso dilema. Hay muchas opciones entre entrenar siempre con protecciones o no hacerlo nunca. El uso de protecciones es parte del entrenamiento, al igual que puede ser levantar pesas, correr, hacer dieta o la preparación psicológica.

Un ejemplo habitual es el de entrenar los puñetazos siempre con vendas y guantes. El guante permite golpear con toda su superficie y la muñeca quedará sujeta y protegida por las vendas. Cuando golpeas a puño descubierto has de tener especial cuidado con la zona de impacto y la alineación de la muñeca. Si siempre se entrana con guantes, sería lógico pensar que se tendría problemas cuando tocara golpear sin ellos. Pero, ¿quiere esto decir que nunca se deba emplearlos? ¡No!

Los guantes y vendas son un gran recurso independientemente del arte marcial o deporte de contacto que practiques. Para sesiones largas e intensas de saco pesado o para sparring son un elemento esencial. De hecho, cuando golpeas a un saco, si usas unos guantes tipo mitones o unas manoplas de thai estás usando una protección. Además, estás golpeando a una protección, porque a la física no le importa quién sea el que lance el golpe.

Usar protecciones para una finalidad concreta, con un objetivo claro no va a perjudicar tu entrenamiento y aunque te digan lo contrario, también contribuirán al endurecimiento. Las protecciones son útiles para amortiguar los golpes, pero no son mágicas y no protegen de todos los efectos de un golpe.

El entrenamiento de artes marciales y deportes de combate puede estar dirigido a un fin concreto y conforme a ese fin se deben adecuar los ejercicios que se realizan; pero me cuesta mucho encontrar supuestos donde las protecciones no tengan cabida. El propio tatami es una protección, aunque se practique sobre uno de madera.

De manera análoga considero inapropiado que practicantes de defensa personal nunca hagan simulacros o trabajen con un poco de tensión sicológica para poder evitar el bloqueo ante una agresión real o que los agentes que practican defensa policial no entrenen de forma regular (no estoy diciendo que lo deban hacer siempre) con su indumentaria y pertrechos habituales.

Considero que una de las causas principales por la que la mayoría de personas no emplean protecciones en sus entrenamientos es tan sencilla como el coste económico. Comprar elementos de golpeo supone un coste para cualquier gimnasio. Obligar a que una persona para que pueda empezar a entrenar a que tenga que pagar su cuota federativa (o seguro médico privado en caso de accidente), la vestimenta, una matrícula y además adquiera un equipo completo de protecciones supone una dificultad añadida para que alguien se apunte al gimnasio.

El segundo motivo sería el desconocimiento sobre como incluir y emplear las protecciones en los entrenamientos. He conocido a más de una persona que argumentaba que le daba pereza esperar a que los alumnos se pusieran y quitaran las protecciones. Aseguraba además que se perdía demasiado tiempo y que no merecía la pena. La realidad es que este tipo de razonamientos es causa del problema anterior: no saber entrenar con protecciones.