Reconocer a tiempo una situación de riesgo puede permitir a la persona más patosa del mundo salir indemne. No hacerlo o reaccionar de manera inadecuada, puede anular la capacidad de defenderse de cualquier persona, aunque sea el mejor artista marcial del mundo o el campeón de pesos pesados de la UFC. La prevención es clave en defensa personal, independientemente de tu nivel de artes marciales.
Muchas de estas medidas de prevención resultan extraordinariamente evidentes cuando las escuchas. Cuando las explicas en un curso de defensa personal, la gente se te queda mirando de reojo y puedes leer sus pensamientos —¿Cuándo vas a contar algo que no sepa cualquier niño de 5 años?—. La realidad demuestra que el sentido común no actúa demasiado bien en determinadas situaciones, por ejemplo, cuando actuamos guiados por el miedo, cuando nos sorprenden o simplemente por estar en un estado de elevada (o alterada) felicidad.
El consejo de este artículo es una de esas medidas de prevención evidentes para defensa personal... lo que no impide que sea una pauta de actuación que se incumple en incontables ocasiones. La historia que ponemos de ejemplo en formato cómic es un caso real, sin embargo el final fue bastante más desagradable. Desafortunadamente, la agresión le ocurrió a una persona normal y no a un personaje de cómic con habilidades sobrehumanas. Lo que ocurre en las dos últimas viñetas es radicalmente contrario al caso real.
Sí ves a que una persona está cometiendo o preparándose para cometer un delito, en ningún caso vayas a preguntarle qué está haciendo. Imagina que estás volviendo a tu coche y a lo lejos ves como alguien está trasteando con la puerta. Te acercas un poco más y ahora sí no hay dudas: te está intentando robar el coche.
Puedes darte media vuelta y llamar a la policía. Puedes empezar a gritar a una distancia más que prudencial, para evitar que "al malo" le dé tiempo a agredirte. Puedes hacer uso de la fuerza, preferiblemente en la medida que la legislación de tu país lo permita. Pero nunca te acerques para recriminarle en plan —¡Eh! ¿Qué estás haciendo?— perderás tu distancia de seguridad y el factor sorpresa. Te puede salir muy caro. ¿Crees que prácticamente nadie es tan estúpido como para actuar así? Pues te equivocas, es algo muy común.
Cuando vemos a una persona hacer algo que consideramos incorrecto o no entendemos bien qué está haciendo, la reacción de preguntarle o directamente quejarnos es de lo más normal. Es un impulso que cuesta controlar y del que se saca partido en otros contextos. Por ejemplo, en internet, el conocimiento de este impulso, se emplea habitualmente como truco para conseguir reacciones en redes sociales: pones algo que está mal y esperas a que empiecen a caer un montón de comentarios corrigiéndote.
La vergüenza o el miedo pueden frenar está actitud, por el contrario, una situación que nos deja perplejos puede precipitar un comentario o una reacción inadecuada. Exactamente el caso de ir tan tranquilo por la calle y encontrarte con la extraordinaria sorpresa de que te estén robando el coche.
Ejemplo en viñetas: Nunca preguntes "al malo" qué está haciendo
No rompas tu factor sorpresa y mucho menos se lo cedas a tu oponente. No pierdas tu distancia de seguridad. Asegúrate de que los consejos de defensa personal, además de haberlos entendido, hayas sido capaz de interiorizarlos para ponerlos en práctica cuando sufras una agresión real.