Existen errores al defenderte de una agresión que no solo pueden meterte en un grave problema judicial, sino que también son una mala idea para mejorar tus opciones de defensa. Aunque no lo creas, seguir algunas de las pautas que marca la ley también es útil para mejorar tus probabilidades de repeler una agresión.
El error de base al defendernos y en la enseñanza de defensa personal, es interpretar que desde el momento que una persona nos agrede o intenta agredirnos, tenemos "barra libre" para responder a esa situación sin restricciones. Sin embargo, cualquier legislación incluirá una serie de circunstancias, por laxas que sean, que deberán concurrir para que nuestra defensa sea acorde a la ley y nos exima de responsabilidad penal.
Ciertas legislaciones sobre defensa personal incluyen pautas que, para los que conocemos lo que es una agresión, resultan aparentemente desproporcionadas o prácticamente imposibles de seguir. Como si primase la protección del delincuente que está intentando amargarte la existencia sobre tu derecho a impedírselo. Al menos yo conozco un buen número de casos que me han generado sensación de injusticia e indefensión.
En mi opinión, el problema no está tanto en la ley sino en la dificultad de evaluar los múltiples factores a considerar cuando se repele una agresión y que marcan la aplicación de la ley. Cuando se estudian de forma teórica, desde la tranquilidad del sillón, los principios que rigen la legítima defensa son todos muy lógicos. Cuando hay que aplicarlos en una situación real en la que nuestros bienes, nuestra vida o la de nuestras personas queridas están en juego, la aplicación de estos principios puede llegar a ser realmente difícil o incluso imposible.
Juzgar hasta qué punto una persona, según sus condiciones particulares, ha hecho todo lo posible para seguir los principios que marca la ley, deja un margen de interpretación muy amplio. Es aquí, donde reside el verdadero problema. Pero si conoces los requisitos y los aplicas, podrás limitar este margen de interpretación y evitar cometer un error fatal. Además, como te comenté anteriormente, seguir algunas pautas de actuación alineadas con estos requisitos, también es positivo para mejorar tu defensa personal.
Legítima defensa en España
Omitiendo tecnicismos legales, la legítima defensa implica una serie de circunstancias que deben concurrir para que la aplicación que hagas de tus conocimientos de defensa personal no te acabe costando una buena sanción económica o incluso penas de prisión. Las leyes que rigen cómo puede defenderse un ciudadano o su interpretación habitual dependen de cada territorio y pueden variar considerablemente de un país a otro. A pesar de ello, los principios que rigen la legítima defensa son ampliamente compartidos en los países con democracias consolidadas.
Para este artículo me baso en la legislación española sobre legítima defensa, la cual es bastante garantista, pero, como acabo de indicar, los principios que la sustentan están ampliamente extendidos. Seguro que te servirá como base para entender los aspectos legales de la defensa personal, aunque residas en otro país.
Según el punto 2 del artículo 20 del Código Penal, en España se estará exento de responsabilidad criminal cuando se obre en defensa de la persona o derechos propios o ajenos, siempre que concurran los 3 siguientes requisitos:
- Agresión ilegítima. En caso de defensa de los bienes se reputará agresión ilegítima el ataque a los mismos que constituya delito y los ponga en grave peligro de deterioro o pérdida inminentes. En caso de defensa de la morada o sus dependencias, se reputará agresión ilegítima la entrada indebida en aquélla o éstas.
- Necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla.
- Falta de provocación suficiente por parte del defensor.
Para que tu actuación no se considere antijurídica y pudieras llegar a obtener el eximente completo debes cumplir las tres condiciones, de lo contrario solo se podrá conceder un eximente parcial o directamente nada. A continuación, te explico cada uno de estos requisitos con casos reales y porqué seguirlos puede ayudarte a defenderte, más allá de evitarte problemas legales.
Agresión ilegítima
Si bien el concepto de agresión ilegítima puede parecer muy evidente, la parte que incide en que los bienes deben ser protegibles, sí requiere de una explicación mas detallada, para evitar un error muy común.
Imagina que tienes una discusión con alguien y este saca una navaja, te pincha una rueda de tu moto y sale corriendo. Tú vas detrás de él con el antirrobo y le golpeas ¡después de todo, él tenía una navaja! Si piensas que estás cumpliendo con la legítima defensa, estas cometiendo un grave error.
La rueda de tu moto ya está pinchada. El que lo ha hecho ha salido corriendo y aparentemente no tiene ninguna intención de seguir con su agresión. No hay nada que proteger. Se podría interpretar que estabas actuando por venganza. Aunque tu intención fuera detenerle para llevarle ante las autoridades, igualmente se podría interpretar que tu proceder fue excesivo, pero eso es parte del segundo requisito (necesidad racional del medio empleado) que veremos más adelante.
El bien tiene que ser protegible, no puedes alegar legítima defensa ante un daño que se produjo hace tiempo o ante el perjuicio realizado sobre unos bienes que no se pudieran proteger.
Desde el punto de vista de la defensa personal, si lo que estás intentando es salvaguardar tu integridad física, correr detrás de alguien que acaba de obrar de esa manera y encima sabiendo que va armado, tampoco es una buena idea. ¿Y si te está intentando atraer a algún sitio? ¿Y si se gira y te pincha? ¿Tu seguro te cubre la rueda pinchada? ¿Has analizado de qué te serviría realmente atraparlo y los riesgos a los que te expones al intentarlo?
Necesidad racional del medio empleado
El criterio común en España es que debes usar el medio menos lesivo para defenderte. Este es, sin lugar a dudas, el requisito más problemático, ya que el margen de interpretación es extraordinariamente amplio y los factores que intervienen son complejos de analizar y demostrar. Aquí van tres errores comunes que te explico con casos muy evidentes para facilitar su comprensión:
- Una persona claramente borracha te amenaza con una botella rota desde la distancia. Mientras avanza hacia ti tambaleándose, balbucea: — ¡eh dame todo tu dinero! — Tú decides ir hacia él y darle... una patada en la boca. Evidentemente, podrías haber protegido tu dinero huyendo. La legítima defensa deja de existir.
- Tienes 34 años y pesas 90 kilos, una adolescente de unos 45 intenta robarte la cartera en el transporte público. Tú te das cuenta, la coges del cuello, la empotras contra la pared y la das un puñetazo en la cara. Excesivo, ¿no? Adiós legítima defensa.
- Alguien intenta partirte una botella en la cabeza, logras esquivarle, cogerle el brazo y proyectarle. Cae al suelo boca arriba y se queda inmóvil. Momento en el cual aprovechas para lanzarte sobre él y propinarle una buena serie de puñetazos en la cara hasta que descargas toda tu ira. Probablemente la primera acción de defensa se daría por buena, pero seguir pegando al agresor una vez este está anulado, siempre va a ser desproporcionado, acabando con tu legítima defensa. Igualmente, si tu agresor ha caído al suelo (aunque no esté anulado) y tú decides ir a golpearle en lugar de salir corriendo, vas a necesitar una justificación muy contundente de cara a la justicia.
Estos tres ejemplos son muy fáciles de identificar, pero la cosa se puede complicar muchísimo. Te pongo otro caso para pensar:
Tienes 19 años pesas 70 kg y acabas de ganar el campeonato de España de MMA de tu categoría. Al salir y sin mediar palabra, un hombre de unos 100 kg de puro músculo te coge del cuello y te amenaza preparando la otra mano para pegarte un puñetazo mientras grita algo sobre su novia. Para evitar que te golpe decides lanzarle un puñetazo directo a la cara y como no termina de retroceder, le propinas una patada en los genitales. En ese momento aprovechas para huir.
Son infinidad de preguntas las que pueden surgir en el análisis de esta acción de defensa, entre las principales:
- ¿Podrías haberte defendido de una forma menos lesiva? ¿Cambiar el puñetazo en la cara por otro tipo de golpe o haber lanzada la patada al estómago en vez de a genitales?
- ¿Podrías haber hecho una proyección y luego inmovilizarle en el suelo? ¿Hubiera sido esta proyección menos lesiva, teniendo en cuenta que su caída sería contra el pavimento y podría romperse la cabeza?
- ¿El hacer una inmovilización en el suelo podría haberte puesto en peligro si el asaltante tenía amigos cercanos?
- ¿Realmente te iba a pegar o era solo una amenaza? ¿Podrías haber intentado discutir con él para calmar la situación de palabra antes de golpearle?
Desde una perspectiva más global, podríamos plantearnos preguntas como ¿se puede hablar de ser racional cuando estamos en una situación extrema de este tipo? ¿Hasta qué punto nuestra propia condición humana y estado psicológico nos permite serlo? ¿En qué grado tenemos las capacidades físicas para lograrlo?
Sigamos pensando. Un campeón de MMA, en su entrenamiento habitual se prepara para enfrentamientos 1 contra 1 que se llevarán a cabo en un octógono. Su objetivo y por lo tanto su entrenamiento está destinado a dejar KO a su oponente y ganar la pelea. ¿Este tipo de entrenamiento le va a ayudar a controlar su grado de violencia en una situación de defensa personal o más bien está condicionado para hacer justo lo contrario?
Creo que queda muy claro que este segundo requisito es extraordinariamente difícil de valorar. En cualquier caso, seguir las pautas básicas que marca este requisito también es beneficioso para mejorar nuestra defensa personal. Recordando los tres ejemplos evidentes:
- Si una persona borracha o claramente fuera de juicio viene hacia ti y tú tienes la posibilidad de huir, salvo algo muy excepcional, esto sería tu mejor opción. No solo por los problemas legales que te vas a evitar, si no porque estarías poniendo en riesgo tu integridad física de forma innecesaria. Además, las personas drogadas, borrachas o con estados de conciencia alterados, pueden actuar de forma poco previsible, incluyendo no verse afectados por el dolor como una persona normal.
- Defenderte de forma excesiva en un caso como el de la joven ratera, puede hacer que provoques una agresión contra ti del resto de personas que se encuentren en el entorno y que juzguen tú acción como desproporcionada. Esto incluye a los que no hayan sido conscientes de que esa persona te había intentado robar y solo vean a un hombre pegando brutalmente a una adolescente. Por otro lado, este tipo de delincuentes no suelen ir solos y aunque no son propensos a actuar de forma violenta, si les pones en una situación extrema responderán de manera extrema.
- Por último, perder el control y focalizar tu atención en descargar toda tu ira contra tu agresor va a provocar que pierdas completamente el control de lo que ocurre a tu alrededor. Si optas por montarte encima de tu agresor y empezar a propinarle puñetazos, ajeno a tu alrededor, te convertirás en presa fácil para cualquier persona que desee agredirte en ese momento: normalmente los amigos de la persona a la que estás golpeando o un oportunista que pretende sacar tajada de la pelea.
Falta de provocación suficiente
Este principio implica que no debe existir ningún tipo de provocación que incite a la agresión. Imagina que alguien te dice — “te voy a dar una paliza”— y tú le respondes con alguna de esas frases tan típicas como:
- “Tú qué me vas a dar si no tienes ni media hostia, idiota”
- “Tú y cuantos más. Venga ven a probar suerte.”
- “Anda vete a tu casa subnormal que al final te la llevas tú”
- “¡Aquí te espero! No tienes cojones”.
Todas estas frases podrían entenderse como una provocación y eliminar la legítima defensa. Un error bastante estúpido, que además puede resultar altamente perjudicial para la defensa personal. Además de incitar a una situación que podrías haber evitado, también pones sobre aviso al agresor, eliminando tu capacidad para usar el factor sorpresa a tu favor.
Tu intención tiene que ser únicamente la defensa
Existe un último requisito que sirve como base de los tres anteriores: que el ánimo (tu intención) siempre sea la de defenderte. Aún cumpliendo objetivamente con los requisitos de agresión ilegítima, necesidad racional del medio empleado y falta de provocación suficiente; si se demuestra que actúas contra el agresor con ánimo lesivo, sacando provecho de la situación que ha provocado, la defensa no sería lícita.
Imagina que tergiversas los requisitos y los empleas para tener la oportunidad de “darle a un delincuente su merecido”, aprovechando que él te ha dado la opción de hacerlo. En este caso, tu intención sería actuar contra el agresor, realmente no lo haces por defender ningún bien. Este hecho es difícil de demostrar, pero si se hiciera, la legítima defensa no existiría.
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